Cultura | 05-10-2025

MARCHA POR IRENE, UNA COMUNIDAD HERIDA QUE NO SE RESIGNA AL SILENCIO

La ciudad de Puerto Esperanza atraviesa días de conmoción y desvelo tras el femicidio de Irene Elvira Medina, una enfermera de 61 años que dedicó su vida a cuidar a otros y que fue hallada sin vida el sábado 27 de septiembre en un baldío del barrio Villa Nueva. Su nombre, que antes circulaba entre los pasillos del hospital y las casas donde trabajaba, hoy resuena en las calles, en los carteles y en las voces que piden justicia.

 

Irene había desaparecido la noche del viernes, cuando no respondió más los mensajes ni los llamados de su familia. Horas después, su cuerpo fue encontrado con signos de violencia brutal. La investigación apunta a Andrés Darío G., de 45 años, hijo del hombre al que Irene cuidaba, como principal sospechoso. Está detenido e imputado por femicidio, un delito que podría llevarlo a prisión perpetua. Durante su declaración, el acusado aseguró no recordar nada, alegando haber consumido drogas durante las 72 horas previas.

 

La autopsia reveló una escena devastadora: fracturas en el rostro, en la columna cervical y múltiples golpes que muestran la magnitud de la agresión. No hubo robo ni abuso sexual. Todo indica que Irene fue atacada con una violencia inexplicable, en un contexto íntimo, sin testigos y sin defensa posible.

 

La causa, a cargo del Juzgado de Instrucción N.º 3 de Puerto Iguazú, continúa su curso con la recolección de pruebas, peritajes y testimonios. El imputado permanece alojado en una dependencia policial bajo prisión preventiva mientras se amplía la investigación. En los próximos días se esperan resultados de nuevas pericias forenses y la definición del requerimiento fiscal de elevación a juicio.

 

Desde ese día, Puerto Esperanza no volvió a ser la misma. La comunidad entera, conmocionada, se reunió el miércoles 1 de octubre en una marcha multitudinaria que partió desde el Hospital local hasta la Plaza Central. Vecinos, colegas, amigos y familiares caminaron con velas y pancartas que decían “Justicia por Irene” y “Ni una menos, ni una más”. No fue una marcha de furia sino de dolor contenido, de esas que hablan sin gritar, que dicen mucho desde la quietud de los rostros cansados.

 

“Solo queremos justicia”, expresó Marianella, una de las hijas de Irene, quien pidió que el caso no quede impune y que se imponga la máxima pena al acusado. A su lado, otras trabajadoras del cuidado y enfermeras de la zona confesaban su miedo: “Ella solo fue a trabajar… y no volvió”.

 

En medio de ese silencio encendido por las velas, también surgió una propuesta. A partir del caso y del reclamo popular, el municipio anunció una reunión interinstitucional para este lunes 6 de octubre, convocando a fuerzas de seguridad, autoridades educativas, religiosas, el Concejo Deliberante y organizaciones civiles, con el objetivo de trabajar en prevención, educación y acompañamiento ante la violencia de género. La reunión busca no solo respuestas judiciales sino un compromiso real: que ninguna mujer más vuelva a ser asesinada por el solo hecho de serlo.

 

El nombre de Irene, hoy repetido en los muros y en los corazones de los vecinos, se volvió símbolo. Su historia ya no pertenece solo a su familia: es la historia de un pueblo que cuida, que llora, que marcha y que no se resigna al silencio.

 

Porque en Puerto Esperanza, Irene no murió. La mataron.

Y hasta que haya justicia, su ausencia será presencia en cada paso que la comunidad da, juntos, por ella.

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